Las islas de los dioses, Islas Cíes en Galicia, España

Muchos fueron los que las descubrieron en el año 2007, cuando el diario británico The Guardian proclamó que una de sus playas, la de Rodas, era la mejor del mundo, por delante de las del Parque Nacional de Tayrona (Colombia), Porto de Barra (Brasil) y las islas de Palawan (Filipinas). “Los vecinos la llaman la playa caribeña. El agua es lo suficientemente turquesa y la arena lo suficientemente blanca como para creerse tal comparación. Hasta que metes el dedo del pie en el mar”, decía entonces el periodista Gavin McOwan, sorprendido de que en España hubiera tal paraíso lejos del Mediterráneo. Muchos siglos antes que él ya lo había descubierto el astrónomo, geógrafo y matemático griego Ptolomeo, para quien éstas eran “las islas de los dioses”. Para saber si uno y otro tenían razón hay que tener paciencia ya que los catamaranes que hasta aquí llegan desde los puertos de Cangas, Vigo y Baiona sólo operan los sábados y domingos entre Semana Santa y junio, y todos los días entre los meses de julio y septiembre (www.mardeons.com). Desde el año 2002, las Cíes forman parte, junto a los archipiélagos de Ons, Sálvora y Cortegada, del Parque Nacional Marítimo Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, que se extienden a lo largo de las siempre apetecibles –por su naturaleza, por su gastronomía– Rías Baixas.

Paisaje de dunas

Con una extensión de 2.658 hectáreas marinas y 433 terrestres, el archipiélago gallego cuenta con tres islas principales: la de Monteagudo o Norte, Faro y San Martiño o Sur, con una cara oeste abrupta, en la que se suceden cuevas y acantilados de vértigo que se han convertido en el hábitat perfecto para miles de parejas de aves. Las laderas de la cara Este son, sin embargo, más suaves, protegidas de los vientos atlánticos, lo que ha permitido la formación de dunas y playas. La más famosa, la de Rodas, una espectacular media luna de arena blanca y fina que une las islas de Monteagudo y Faro hasta casi formar una sola. Un puente de piedra la conecta con una laguna interior, lo que hace aún más idílico el lugar, no demasiado lejos del muelle al que llegan los ferrys. Hay más playas en Monteagudo: las calas de Areiña y Mixueiro –ambas a la derecha del embarcadero–, la de los Bolos –a continuación de la de Rodas, repleta de conchas–, Margaridas –para los que busquen un poco de intimidad–, Cantareira –de cantos rodados– y la de Figueras, nudista, más conocida como la de los Alemanes porque antes eran ellos los únicos que se atrevían a desprenderse de sus ropas de baño para disfrutar del mar y del sol sin complejos. En la isla do Faro, la playa de Nuestra Señora, pequeña y acogedora, es perfecta para cuando sopla viento del norte.

Rumbo al faro

Las islas Cíes conforman un espacio natural protegido y controlado, por lo que queda terminantemente prohibido cualquier destrozo o daño que pueda poner en peligro el medioambiente. Monteagudo cuenta con tres restaurantes y una tienda de ultramarinos, con todo lo necesario para una jornada de picnic. También dispone de un centro en el que ofrecen información sobre las cuatro rutas senderistas que se pueden realizar desde este mismo punto. La que todo el mundo hace es la que sube hasta el mirador de Monte Faro para contemplar una panorámica única del archipiélago gallego, con 175 metros de acantilado que cae a nuestros pies. Hasta llegar al faro habremos recorrido un camino de siete kilómetros con algunos hitos de interés: el Centro de Interpretación de la Naturaleza construido sobre los restos del convento de San Estevo, la Pedra da Campá –una roca con forma de campana– y un observatorio de aves donde poder contemplar los cientos de gaviotas que anidan en los cortados.

Acantilados y cuevas

Una de las rutas oficiales conduce hasta el Faro da Porta, que custodia el estrecho del mismo nombre, y otra al Alto do Príncipe, desde el que se puede disfrutar de las espectaculares vistas de los acantilados desde la Silla de la Reina, caprichosa formación rocosa, que, a modo de balcón natural, se asoma al Océano Atlántico y permite contemplar el contraste tan grande que existe entre las dos vertientes de las islas.

La cuarta de las rutas es la que acerca a los senderistas hasta el punto del archipiélago más cercano al continente, el Cabo Home, situado a sólo 2,5 kilómetros de distancia. Al norte se divisa ya el suave perfil de la isla de Ons, que protege la ría de Pontevedra. Por una pequeña pista de cemento se llega hasta una pequeña furna, una cueva marina rodeada de hinojo marino y hierba de enamorar.

Bajo el océano

A la isla de San Martiño, la del Sur, solo es posible acceder en barco privado. Es la más abrupta de las tres, con altísimos acantilados, aunque su playa, abierta al estrecho de Freu da Porta, es de arena fina y aguas tranquilas. Las islas Cíes son también un lugar fantástico para la práctica de submarinismo, con unos fondos de gran belleza (www.buceoislascies.com). En el lado expuesto (cara oeste) se puede bucear entre pulpos, rodaballos, gorgonias y anémonas de colores. En el lado no expuesto (cara este), entre rayas, congrios, cazones y colonias de cnidarios que cubren las paredes de las rocas.

Hoteles: Un camping para ver amanecer

Declaradas Parque Natural en 1980, Parque Nacional en el 2000 e integrantes del Parque Nacional Marítimo Terrestre de las Islas Atlánticas en el 2002, las islas Cíes sólo pueden acoger un máximo de 2.200 personas por día. Ni una más. Existe un férreo control en este punto y por eso los ferrys tienen horas de llegada y salida previamente fijadas. Aquí no hay hoteles. La única posibilidad de contemplar el amanecer en ellas es pasando la noche en el único camping que existe (www.campingislascies.com), situado en la isla do Faro, algo alejado del muelle. En el embarcadero se ofrecen unos carritos especiales para transportar el equipaje, ya que en las islas también está prohibido usar cualquier tipo de vehículo. El camping tiene capacidad para unas 800 plazas y es absolutamente necesario realizar la reserva con bastante tiempo de antelación, puesto que son muchos los que quieren disfrutar de ese inmenso placer que supone dormir en uno de los lugares vírgenes más impresionantes de España y Europa. Empanada gallega, pulpo, pescados de la ría y marisco ilustran la carta del restaurante del camping, que también dispone de cafetería, supermercado, zona de duchas y salón social.

Para los que no consigan plaza existen otras opciones. Si tenemos en cuenta que los catamaranes salen a primera hora de la mañana de Baiona, una buena recomendación para alojarse es el Parador (www.parador.es) de esta pintoresca localidad gallega, recostada sobre el extremo sur de la ría de Vigo. Rodeado de océano por todas partes, ocupando la península de Monterreal como si de un faro se tratase, el Parador forma parte de una gran fortaleza medieval, con añadidos modernos de marcado carácter gallego. Las murallas aíslan el recinto casi sobre el mismo mar, amparado tan sólo por un frondoso bosque de pinos. Lubina con navajas en salsa de grelos, rodaballo salvaje a la parrilla, filloas y tarta de Santiago son algunas de las propuestas gastronómicas de su restaurante. Otra opción recomendable y no lejana a las islas es el hotel NH Palacio de Vigo (www.nh-hoteles.es), a cinco minutos del puerto, que se ubica en un edificio histórico completamente renovado que data del año 1904. Su sauna ofrece una perfecta jornada de relax.

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