Un vergel de campos color esmeralda, bañado por el Atlántico y bendecido por una calma que parece de otro mundo. Este archipiélago portugués roza la perfección.

Si eres de los que se duermen nada más despega el avión, programa una alarma para abrir los ojos diez minutos antes de aterrizar, pues la experiencia comienza en las alturas. São Miguel ( Potugal ) desde la ventanilla es un inmenso lienzo verde con rugosas pinceladas negras que merece la pena contemplar.
La isla principal del archipiélago portugués -que salpica el Atlántico a medio camino entre Europa y America – protagoniza una estampa tan perfecta que hasta los más escépticos empezarán a creer en la existencia de algún tipo de divinidad.

Una naturaleza exuberante a rabiar -con una amalgama de plantas que guarda la esencia de cada continente del mundo -, impresionantes costas con acantilados y playas de arena negra, el contraste del calor de las aguas termales con el frescor del océano y coquetas ciudades talladas en basalto como Ponta Delgada, la capital del archipiélago.
Las Azores tienen esa atmósfera especial de las ínsulas, ese atractivo que hace irresistible a las tierras volcánicas, esa dualidad entre el calor de la Tierra y la serenidad del mar que te hace cuestionar todo y entenderlo a la vez.
Esa es la esencia de las nueve islas que componen ese pequeño paraíso. Destilan armonía de norte a sur, derrochan belleza de este a oeste, empezando por Santa María, São Miguel, Terceira y Graciosa, pasando por São Jorge, Pico y Faial, y acabando en Flores y Corvo.
Eso sí, el caótico clima de estas islas será el encargado de ponerte los pies sobre la tierra de vez en cuando: imprescindible que tu maleta cuente tanto con un impermeable como con un traje de baño, pues, como dicen los azorianos, en un sólo día puedes vivir las cuatro estaciones del año.
A su favor diremos que ni los veranos son muy calurosos ni los inviernos extremadamente fríos, manteniendo unas temperaturas moderadas durante todo el año. ¿La mejor época para visitar las Azores? Si quieres evitar las precipitaciones, ten en cuenta que los meses más húmedos son de octubre a marzo.

El verano, con una temperatura media de 25ºC, es ideal para practicar deportes acuáticos. Rutas de senderismo, barranquismo, ciclismo de montaña, piragúismo, buceo, surf, paddle surf o bodyboard son sólo algunas de las actividades que los amantes de los deportes pueden hacer para disfrutar de las maravillas naturales de la isla.
Sin olvidarnos del golf, por supuesto. Rodeado de hortensias y cryptomerias, podrás mejorar tu swing en cualquiera de los tres campos de golf de Azores: Furnas, Batalha o Terceira, los dos primeros ubicados en São Miguel y el último en la isla del homónima. Como curiosidad, las lluvias (muy frecuentes) son las encargadas de su riego.
NATURALEZA POR DOQUIER
Cada isla tiene su aquel, pero São Miguel, por ser la de mayor tamaño -con unos 62 kilómetros de longitud-, es la que más tesoros esconde. Unos minutos en la isla son suficientes para apreciar que en este trocito de tierra hay más vacas que azorianos.
Aquí la Madre Naturaleza reina a su antojo. Las orillas de sus serpenteantes carreteras -que atraviesan plantaciones de piña y ñame, imponentes cryptomerias y enormes plantaneros- están adornadas por delicadas belladonnas o meninas-pra-escola, una de las flores, junto con las hortensias, más comunes en la isla.

Por otro lado, los campos de té de Gorreana, que presume de ser la última gran plantación de té de Europa, merecen una visita. Su color verde intenso tiñe la freguesía de Maia desde 1883, fecha desde la que llevan conquistando paladares con el sabor puro de sus tés sin conservantes.
En las Azores tendrás el corazón dividido entre tierra y mar: es uno de los lugares del mundo donde los delfines y ballenas lucen sus encantos sin pudor, pudiendo avistar en sus aguas hasta 24 tipos diferentes de cetáceos, algo que merece la pena admirar al menos una vez en la vida.

¿Tareas obligatorias durante tu ruta por São Miguel? Probar un araçá -un pequeño fruto salvaje brasileño de la familia de la guayaba-, beber agua gaseosa natural de una de las tres fuentes de Furnas con una hoja gigante -sabor a hierro, magnesio o calcio, a gusto del consumidor- y, por supuesto, visitar el rincón más mágico del «valle encantado» (Furnas) .
Y, para terminar de enamorarte de Furnas, pasea por el Parque Terra Nostra (situado en la parte trasera del Hotel Terra Nostra) , un enorme jardín centenario que, aparte de contar con una piscina de aguas termales que rondan los 30º C y cuyo color naranja (a causa de la alta concentración de hierro) hipnotiza, tiene una flora espectacular.

Pinos de Norfolk, pasillos de exuberantes palmeras neozelandesas, la colección de camelias más grande del mundo (con más de 600 variedades) , estanques con patos y nenúfares, bananeras africanas, azaleas, todo tipo de hortensias o cedros japoneses son algunas de las maravillas que encontrarás en este escenario de ciencia ficción.
La belleza natural de esta ínsula de las Azores alcanza su culmen en la freguesía de Sete Cidades. La ruta por carretera que te guiará hasta el mirador de Vista do Rei, donde las señales que advierten que «las vacas también mandan aquí» son frecuentes, te regalará paisajes de postal.
Esta estampa no te dejará indiferente, pero que no te encandile demasiado, pues debes poner el broche final en este par de coordenadas, toma nota: el mirador de Grota do Inferno, con sus panorámicas de la Lagoa do Canário, y la Lagoa do Fogo. Si estás dispuesto a descender una pronunciada pendiente, puedes bajar hasta las orillas de esta última.

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